Hay muchos estadounidenses fugitivos
By Kevin Sieff /The Washington Post
Ensenada, Baja California— El fugitivo podría haber estado en cualquier parte, por lo que Iván bajó la voz.
“Sabemos que probablemente esté armado”, dijo a los miembros de su equipo.
Policías mexicanos encubiertos con pistolas escondidas en la cintura de sus jeans se habían detenido en un estacionamiento cerca de la terminal de cruceros.
Si alguien preguntaba, eran sólo amigos camino a la playa en una mañana sin nubes. Pero detrás de sus gafas de sol, sus ojos se movían entre posibles sospechosos. Estaban buscando, como siempre, a un estadounidense.
“Otro tipo que piensa que puede crear una nueva vida en México”, dijo Iván.
La información había llegado desde el Servicio de Marshals de Estados Unidos en el caso de Damion Salinas, un joven de 21 años acusado de matar a un hombre después de un accidente en Fresno, California.
Pero la inteligencia era débil. Salinas parecía haber cruzado la frontera hacia México. Podría estar trabajando como barbero en Ensenada.
O podría estar en Tijuana. O en cualquiera de los escondites de expatriados a lo largo de la costa rocosa. Las autoridades le habían perdido el rastro más de un año antes.
Los policías conocían bien este sentimiento. Sus casos casi siempre comenzaban de la misma manera, con la sensación de que los ‘gringos’ podían estar en cualquier parte.
Hay muchos de ellos: estadounidenses que huyen de las fuerzas del orden de Estados Unidos que se han colado en el Norte de México. Incluyen fugitivos en la lista de los “Diez más buscados” del FBI, asesinos en serie y multimillonarios acusados de fraude de valores.
Aquí en Baja California, hay una pequeña unidad de la Policía Estatal –10 hombres y dos mujeres– asignada para atraparlos. Oficialmente, son la Unidad de Enlace Internacional. Pero son conocidos por otro nombre: los ‘Gringo Hunters’.
Perseguir a fugitivos estadounidenses en México podría parecer el remate de una broma no escrita, un estereotipo xenófobo invertido: los “hombres malos” de Donald Trump al revés.
Esto es, después de todo, la Península de Baja California, una daga de tierra que se adentra en el Pacífico, con playas desiertas y ciudades en expansión que fomentan el anonimato. ¿Entre sus campañas de turismo más populares? “Escapar a Baja”.
La unidad ahora atrapa a un promedio de 13 estadounidenses al mes. Desde que se formó en 2002, ha detenido a más de mil 600. Muchos de esos sospechosos se inspiraron en uno de los clichés más antiguos de Estados Unidos: el forajido con problemas que se adentra en un México en tonos sepia con la esperanza de desaparecer para siempre.
“Me voy a México”, dice Susan Sarandon en “Thelma & Louise” después de que su personaje mata a un hombre.
“Way down south to Mexico way”, cantó Jimi Hendrix. “Ningún verdugo va a… no va a poner una cuerda alrededor de mí».
Iván conoce los estereotipos, todas las formas en que la vida imita el arte en Baja, porque cada dos días aprehende versiones del mismo fugitivo descarriado.
“Los encontramos en todas partes”, dijo. “Y casi siempre, no tienen idea de que los estamos buscando. Piensan: ‘Estamos en México. Estamos libres en casa’”.
Aquí hay una lista incompleta de dónde los oficiales mexicanos han encontrado fugitivos estadounidenses:
En balnearios. Colgando de paracaídas. En remotas cabañas de montaña. En barcos de pesca. En un club nocturno llamado Papas & Beer. En centros de rehabilitación de drogas. En parques de casas rodantes. Atendiendo bares. En carros con prostitutas. En Carl’s Jr. En estacionamientos.
Algunos vendían metanfetamina de cristal. Algunos se habían hecho cirugía plástica y adquirido nuevos nombres que no podían pronunciar. Algunos fueron encontrados muertos.
Había ex modelos de Playboy, sacerdotes católicos, atletas profesionales, celebridades de la lista C, ex marines.
Entonces, cuando el caso de Damion Salinas cruzó el escritorio de los ‘Gringo Hunters’, parecía bastante sencillo.
Era finales de marzo. La unidad había estado más ocupada que en cualquier otro momento de su historia. Mientras los políticos en crisis en Washington discutían sobre si había una frontera, los ‘Gringo Hunters’ sintieron que el crimen se estaba extendiendo en la dirección opuesta.
“Honestamente, creo que es toda la droga que hay allí”, dijo Moisés, el comandante de la Unidad de Enlace. Al igual que otros miembros de la unidad, habló con la condición de que no se revelara su apellido para poder continuar trabajando encubierto.
En su oficina, la unidad mantiene una pizarra con las aprehensiones del mes contabilizadas por nombre, fecha y cargo. En las tres primeras semanas de marzo hubo ocho cargos por narcotráfico, dos por homicidio y uno por pederastia.
El caso de Salinas fue otro que pareció reflejar algo podrido al otro lado de la frontera. El 16 de febrero de 2020, Salinas supuestamente llegó al lugar de un accidente de tránsito que involucró a su novia. Varias personas discutieron sobre quién fue el responsable del accidente. En cuestión de minutos, dicen las autoridades, Salinas sacó una pistola y le disparó a quemarropa a Joshua Thao, de 36 años.
“Él nunca lo vio venir porque estrechó la mano del asesino pensando que todo estaba bien”, dijo la hermana de la víctima a un reportero de noticias de la televisión local.
The Washington Post | En la búsqueda incluyen la lista del FBI