Originario del campo chihuahuense, cruzó a EU como ‘bracero’ para darle mejor vida a su familia

By Staff

A la edad de 103 años don José María Calderón, uno de los hombres más longevos de la ciudad, falleció por causas naturales el pasado 13 de julio, en su habitación de la ‘Casa de los abuelos’, un lugar dedicado al cuidado de las personas adultas y donde pasó sus últimos años.

Previo al traslado de lo que sería su última morada, el panteón Colinas de Juárez donde también yace su esposa, el sacerdote Juan Manuel Orona, de la iglesia El Señor de la Misericordia, ofreció palabras de consuelo a la familia al tiempo de elevar sus oraciones por el eterno descanso de don José durante la misa de cuerpo presente.

No obstante la gran pérdida de su patriarca, la familia Calderón fue embestida por otra muerte más en un lapso de días al morir el tercer hijo de don José: Manuel, de 74 años.

Manuel falleció víctima del cáncer que lo agobiaba, y quien en vida siguió sus pasos por los campos agrícolas y que ahora decidió seguirlo por el camino eterno.

El señor Calderón, originario de la población de Guadalupe, un ejido ubicado en el municipio de José Esteban Coronado, Chihuahua, llegó a Estados Unidos en la década de los 50’s luego de haberse enlistado en el Programa Bracero, un acuerdo binacional que patrocinó el cruce legal de millones de trabajadores mexicanos, que les permitía cruzar la frontera para trabajar las tierras.

Don José María, quien procreó seis hijos –Lázaro, Fernando, María, Manuel, Teófilo y Bertha, los tres últimos ya fallecidos– con su esposa Ventura, quien murió en 1985, decía a cada momento haber sido un hombre feliz y agradecido con la vida, la cual vivió a plenitud.

“Yo creo que el secreto de la longevidad de mi padre fue el haberse criado muy rústicamente allá en el rancho comiendo frijoles, maíz y mucha leche de cabra”, manifestó conmovido su hijo Lázaro, quien siempre procuró de él y que ahora extrañará las visitas que le hacía a la casa hogar.

Apenas el pasado 30 de marzo don José María había celebrado su cumpleaños rodeado de sus hijos, nueras, yernos, nietos y bisnietos en la casa de su hijo Lázaro y su esposa Eva, ubicada en la zona Central.

Aunque el día de su aniversario era el 19 de marzo, “Día de San José’, la familia decidió posponer la celebración para dar oportunidad a que asistiera la mayoría de sus parientes y festejar juntos con una carne asada el onomástico.

Ese día la convivencia fue plena y con música de trío y rodeado de sus seres queridos agasajaron a don José María quien apagó las velas de su pastel, sin sospechar, al igual que el resto de la familia, que iba a ser su último aniversario de vida. Ahí abrió sus regalos para celebrar sus 103 años de vida.

“Muy feliz. Nos sentimos muy felices de estar en estas épocas tan duras, en estos tiempos que Dios nos ha dado la oportunidad de seguir con vida y teniendo a mi abuelo con nosotros”, dijo ese día su nieto José Rubén Rodríguez Calderón.

Tanto nietos como bisnietos recordaron gratas memorias que pasaron con su abuelo como lo contó su nieto José Rubén, quien desde chico y hasta la fecha lo llamaba con orgullo como su “apá”.

“Mi abuelo para nosotros fue un gran ejemplo, siempre era la persona, el pilar con el que siempre acudimos para un consejo especializado por las vivencias que él tenía. Siempre veía el lado bueno de las cosas para orientarnos cuando se presentaba una situación”, expresó a su vez Luis Manuel, otro de sus nietos.

Pará él, al igual que el resto de sus primos, el haber tenido a su abuelo tantos años fue una satisfacción muy grande: “Poca gente puede contar que tuvo a un familiar de más de cien años, “para nosotros representó siempre una fuente de sabiduría y una mano amiga…”, dijo en medio del dolor al perder al mismo tiempo a su padre, quien decidió seguir a su abuelo en el camino a la eternidad.

Y es que para ellos cada vez que se tenía la oportunidad de celebrar su vida lo hacían gustosos porque no sabían cuándo iba a ser la última celebración que estarían con él y disfrutarlo.

“Él llegó en el (19)45 y después mandó por nosotros en el 50 para quedarnos en Ciudad Juárez”, dijo su hijo Lázaro, quien acostumbraba visitar a su padre dos o tres veces por semana al lugar donde le daban asistencia.

Don José María, quien durante décadas trabajó en diversos campos de cultivo y granjas asentados en los diversos condados de los estados de Texas, Nuevo México y California, fue un hombre afortunado y agradecido con la vida.

“Me gustaba mucho mi trabajo”, decía quien también fue caballerango, cuando recordaba algunas de sus experiencias como campesino durante el período de la Segunda Guerra Mundial.

Su hijo Manuel, quien ingresó legalmente al país en la década de los ochenta, recordaba muy bien de cuando lo llevaba a uno de los puentes internacionales para que fuera a trabajar a la labor.

“A mí me tocaba llevarlo al puente para que se fuera a trabajar a los campos, a la pisca del algodón, la cebolla o al mantenimiento de las vacas, de cuando trabajaba en un rancho”, dijo en su última entrevista ofrecida a este medio durante el festejo de su padre.

Entre pláticas y nostálgico a don José María le gustaba recordar sus faenas en los diversos campos agrícolas de frutas y legumbres de la región y sobre todo sus paseos a caballo. Le gustaba montar, decía el padre y abuelo de 21 nietos y bisabuelo de 45.

Entre recuerdos, anécdotas y un sentimiento de dolor, la familia Calderón despidió en menos de 10 días a dos de sus seres queridos: su patriarca, quien por fortuna gozó siempre de buena salud y nunca padeció enfermedad alguna y al hermano con el que compartieron innumerables momentos de felicidad.

Sin embargo, ahora estarán en sus corazones y vivirán de sus recuerdos como dos seres amorosos y consentidores que les dieron sentido y felicidad a sus vidas.

Cortesía / Don José festejando su último cumpleaños/Jaime Torres

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