La semana pasada, una mujer identificada como Nancy Janeth M.C pasó de víctima de un accidente vehicular a peligrosa delincuente, consignada con muchas horas de retraso al Ministerio Público de la Fiscalía Zona Centro por parte de la Policía Vial del Estado.
El accidente, cerca del nuevo campus de la UACH, fue menor; fue un simple alcance como los que ocurren decenas al día en la capital, pero un acomedido policía vial, con placa 549, decidió imponer su autoridad a pesar de que los vehículos involucrados traían su seguro y demás papelería en orden.
El olfato investigador del agente y las periciales científicas instantáneas que suponemos practicó en el lugar de los hechos, con pleno respeto a los derechos humanos, le llevó a concluir que la licencia de conducir de Nancy era apócrifa, tal vez falsificada por alguna temible organización delictiva internacional.
Cómo no pensar eso si el documento era diferente a los de Chihuahua, pues había sido emitido en el lejano estado de Guerrero. Debió parecerle al elemento un gran caso digno de consignar ante la justicia, para ganar algún bono mensual por eficiencia.
Así, el leve incidente terminó en una gran detención de la Secretaría de Seguridad Pública, boletinada y todo con la imagen de la peligrosa criminal, acusada de portar y utilizar una licencia falsa. Así comenzó un viacrucis en pleno octubre para la indefensa maestra.
Ni el agente vial ni el Ministerio Público aceptaron razones o argumentos a favor de la mujer, que duró detenida casi 24 horas, con la amenaza de que sería consignada a un juez penal.
Sí, hasta una noche pasó recluida en las celdas de la Fiscalía Centro, sin evidencia alguna en su contra, salvo una licencia que, para colmo, resultó legal, válida, tal como lo corroboró una comunicación oficial del Departamento Vial de Buenavista de Cuéllar, Guerrero, que también es parte de México, lo que tal vez no sabían todos los involucrados en tan deplorable detención.
El hecho, agravado con el quemón en boletín oficial, fue una falla garrafal injustificable de la autoridad y una atroz violación a los derechos humanos de la maestra que, sin delito alguno, pasó de víctima a presunta criminal
GPS Columna/ Diario